No es ineludible entender que en el mundo existen diversos credos, creencias y seres que se identifican como ateos y hasta antagónicos con la existencia de Dios.
El número cuarenta (40) siempre ha sido para el ser humano un simbolismo, para tratar desde enfermedades hasta conversiones de vida.
Esta llamada pandemia mundial en la gran mayoría de países, llámense desde «primer mundo» hasta «tercer mundo», tiene todos los matices de un retiro obligado de nuestros ritmos de vida (sin frenesí regularmente), en la que se confina a todos a sus propios hogares, y ¿para qué?. ¿Valorar?, ¿reconocer?, ¿entender?, … , la respuesta está en cada uno de nosotros.
El corazón del hombre ha venido decayendo en su esencia de vida de generación en generación en los últimos tiempos, como producto del materialismo rey y afán de vida en la mayoría de las veces, queriendo crear un sentido de felicidad en el tener, dejando totalmente de lado, el ser.
Podría decirse que en los últimos 30 y quizás 50 años, la humanidad ha venido creando con mayor énfasis sus propios dioses, ignorando al único y verdadero Creador, generando caminos y «esencias» en aquel afán de crear metas «nuevas», «diferentes», … , en la vida del ser humano, traducido aquello en poder económico, posición social, vanidad, el utilitarismo de las personas, la explotación, el servilismo, etc.
Existen gobiernos, que en base a su propio sistema, vienen persiguiendo y queriendo destruir todo aquello que signifique creer en Dios, yendo tras todo ser humano que se encuentre en camino de Evangelio, conversión y estilo de vida en aquella identificación que por convencimiento propio encuentra.
La naturaleza, cuyo don nos ha sido dada por el Ser Supremo, se va dilapidando poco a poco, a tal punto, que la propia naturaleza del ser humano se quiere manipular, redefinir para otros fines, en los que aquellos que no estén en aquellas lineas, no entran en un sistema mayúsculo de vida, llegándose a situaciones muy duras que van desde el aborto hasta la eutanasia, en diversas formas, y concepciones, sembrando hasta filosóficamente convencimientos y creencias desnaturalizadas, de modo que hasta el propio ser humano es capaz de todo, hasta de suicidarse.
La Filosofía, la Ética y la Moral, muy venidas a menos, sobre manera desde mediados del siglo pasado, han venido quitándose de los curriculums educativos de algunos países, de cuyos gobiernos, algunos bajo estricto conocimiento o no, no vislumbraron que ocasionaría en el sentido de la vida de sus propios habitantes, de ahí que se reflejen situaciones como la indisciplina social, la no capacidad de integración, el egoísmo en su máxima expresión, … , entre otras cosas. Podemos decir entonces, que se afectó tremendamente en la educación de las personas, y por ende, en la calidad docente que es cercada en algunos casos por un marco legal y hasta un sesgo social social desvirtuado en contra de los formadores, que suele proteger el reino de la ignorancia como producto de una mala formación que afecta hasta el aprender a pensar.
Alejarse de Dios, y sobre manera endurecer el corazón ante El, es hablar del egoísmo y la soberbia de un ser humano que quiere ser su propio dios, de gobiernos que quieren hacer del propio gobierno el dios de sus ciudadanos en el fondo, al que obedezcan, sigan y sirvan, desvirtuándose así el qué significa el libre albedrío que tiene cada persona con su existencia.
¿Quiénes somos?, ¿qué nos creemos?, ¿qué nos pertenece?, ¿quién nos dio la vida?, ¿cuándo escogimos nacer?, ¿somos dueños de nuestra propia vida?, … , No somos nada, no somos dueños de nada, al irnos de este mundo no nos llevamos absolutamente nada, solo nuestras obras, que debieran ser de amor, y es esto lo que el mundo en su mayoría no identifica, que venimos del amor, debemos vivir en amor y darlo, y debiéramos irnos de esta existencia temporal con obras de amor. Lo necesitamos todos sin excepción.
No reconocer a Dios, es querer caer en la ceguera del gran mentiroso que damos cabida en nuestra existencia, y no nos queremos dar cuenta que todos deseamos ser felices porque anhelamos amor, el verdadero amor, que solo lo dá y lo encontraremos en Dios, y cuando nos dejamos engañar, nos alejamos cada vez más, en la magnitud que nos vayamos quedando ciegos del verdadero amor.
Este tiempo de Cuaresma que comenzó el 26 de febrero de este año, debiera de servirnos a todos, en revisarnos, en tratar de iluminar nuestras conciencias, nuestras almas, alejadas de cualquier manifestación egoísta, para que podamos encontrar la Verdadera Luz que necesitamos en medio de la oscuridad que hemos creado en nuestro hábitat y sobre todo en nuestros corazones.
Miremos al Cielo y abramos nuestros ojos del alma para reconocer todo mal que hayamos hecho, en la forma que sea, pidamos perdón profundamente a EL, y pidámosle el camino a seguir, para valorar lo que nos dá, no solo en aquello material que nos solemos aferrar, sino para que nos desaferremos de ello y vivamos en amor, que pensemos quién nos necesita para ayudarlo, y dar existiendo para el Amor, o sea para hallar el verdadero sentido de la vida, es decir, nuestra vida realmente es un CAMINO HACIA DIOS, QUE ES EL AMOR.