La necesidad de elevar la cultura política en el país, ¿resulta imprescindible?. En estos días, por motivo de las elecciones presidenciales, así como de los Representantes de Asamblea, se han presentado diferentes manifestaciones sociales, expresadas muchas de ellas en tonos de burla, soberbia, temor, ofensa al prójimo, …; hasta un aire de fraude, que resulta muy peligroso.
¿Cómo se siente realmente la ciudadanía?, ¿puede elegir adecuadamente su futuro?. Las respuestas pueden ser muy variadas, y complejas tratando de ser objetivos en las mismas. La forma en que se responde, se difunde, y se concibe, muestra a las claras, lo que un juicio personal de un ciudadano, puede tener, o estar influido. El valor de un voto, debería de tener un juicio crítico apropiado y pertinente en toda la ciudadanía, sin excepción, para hablar así de un voto con acierto.
La concepción ética y moral en el ejercicio público, demanda relevancia en la cultura de gobernantes y gobernados.
Una transformación cultural, que no se dá de un momento a otro, es un requisito previo para una transformación política.
No es de menos considerar que una profunda cultura de transparencia acompañada de consistentes sistemas de control de las arcas públicas, ayudaría a reducir la corrupción económica, que históricamente, ha tenido impacto altamente negativo para el país, y hasta en las mentes del ciudadano común, y sobre todo, en la concepción de qué es un político.
Los valores de la ética y la moral, muy venidos a menos, en un contexto social que necesita educación en todos sus estratos, resultan cada vez más necesarios y elementales en el ejercicio político, especificados en la ley, y reflejados en todos sus ejecutores.
No es nada fácil combatir la corrupción, dado que es un mal endémico.
Tratándose la educación, como un asunto netamente medular; hay que comprender que el manejo del lenguaje, las emociones, la ética y la moral en el quehacer político, debe llevar a todos al entendimiento de que el país que se vive es siempre y cada instante responsabilidad de todos nosotros.
El manejo de las desconceptualizaciones, marca un relativismo en el conocimiento ciudadano, en que se crean divisiones bajo premisas, como la «verdad subjetiva», alejando al ser humano de la VERDAD, cuya búsqueda en medio de la confusión sistemática creada, hace que la persona sin preparación adecuada, tome posturas y pensamientos que en muchos casos, le lleva a acciones realmente vergonzosas y hasta lamentables muchas veces.
Entre las manifestaciones de una verdadera democracia, está el hecho del respeto del uno al otro, y esto hace que exista comunicación, y a pesar que existan distintas maneras de ver.
Sin caer en romanticismos, resulta desde hace algunos años, la imperiosa necesidad de analizar fundamentos y propósitos al respecto, y en este escenario surge la educación.
La educación política en democracia es quien transmite a las generaciones los conocimientos y experiencias políticas, las sociedades democráticas no son estructuras cerradas rígidamente,mas bien están abiertas al cambio y a la evolución, de ahí que la política empírica debe de ser excluida.
La sombra de una democracia sin su sustancia, como producto de un modelo parlamentario, hace que se conciba en el ciudadano, que el ejercicio gubernamental es mas o menos el mismo, y que con la presencia burocrática, todo gobierno puede afectar intereses propios y a la individualidad misma.
El modelo democrático asociativo, en sus diferentes manifestaciones, puede llegar a tener una considerable influencia en un gobierno de turno. Ambos modelos no son excluyentes.
La educación política que se necesita, está en el aprender a leer y escribir con sentido político. Leer y entender la sociedad que vive, y escribir su contribución activamente.
En fin, existe mucha tinta para escribir, pero lo que está claro es que no se debe omitir la educación política, que es muy necesaria, elemental, de mucho trabajo y tiempo, que requiere de muchísima madurez por parte de los actores políticos actuales y obviamente de la ciudadanía.