En todo el mundo, el 16 de abril de 2016, se escuchó que el Ecuador había sufrido un terremoto, que hasta la fecha tiene réplicas que, con diferente impacto se siguen dando.
Las consecuencias de este movimiento brusco en el planeta, cuyo escala fue estimada en 7.8 en la escala de Ritcher, trajo muchas tragedias, y entre ellas la muerte de muchas personas, que tal vez, resultan incontables. Existe mucha desolación en algunos lugares, y demasiado sufrimiento en las almas de muchas personas y familias, así como también, en muchos de nosotros los ecuatorianos, sea por un pariente cercano o no, o solo por el hecho de la sensibilidad humana que se tiene ante estos hechos.
Las lágrimas se nos brotó a algunos en el alma, porque la impotencia muchas veces puede ahogar.
Sin embargo, en medio de una realidad política nacional que resulta muy confusa para la mayoría, surgió el humanismo del ecuatoriano y la natural ayuda del extranjero, cuya manifestación fue inmediata.
En las redes sociales, se reflejaron muchas cosas, entre verdades y no verdades, políticas o no, se mostró que la intención de fondo de la mayoría era ayudar. La falta de sentido en algunas personas salió a flote también, selfies en la zona, buscando notoriedad en ciertos momentos, … , en fin, es la falta de preparación, así como la falta de profundo sentido humano, que entre sus errores, se cree que todo es mediático y que es lo que vale ante todo.
Desde otro punto de vista, surge la gran pregunta: ¿Estamos preparados?, como personas, como país, como Gobierno, …
Este cuestionamiento, como que fuera fácil de responder, con un no, sin embargo, su magnitud y complejidad, hacen que se tenga que analizar, desde un punto técnico propiamente dicho, hasta llegar al plano humano.
Si en los países, cuyas vivencias sísmicas son mayores en algunos casos de lo que hemos vivido con este terremoto, sufren, más aún nosotros que todavía no hemos vivido estos desastres en la magnitud que ellos han pasado hasta ahora, mas bien, nos encontramos ante el deber, de inferir que esta diversidad de situaciones, así como sus complicaciones conexas, nos lleva a tener que unirnos en muchos aspectos que parte de la buena convivencia y el respeto humano entre todos, desde el ciudadano al Estado y viceversa, demandando políticas y regulaciones, que son necesarias hace tiempo, por un sentido básico de un bien común, por sobre ideologías y demás posturas simimilares, es decir, nos falta la base, debemos cimentarla urgentemente.
Nadie puede con los terremotos hasta ahora, pero eso sí, en algunos países hay mejores respuestas. Sin embargo, ahí están las pruebas grandes e inmensas que se deben afrontar, y en esta oportunidad, el humanismo ecuatoriano se mostró y se está mostrando hasta el momento.
Como católico, me cuestiono, ¿qué hacer?, pues una de las cosas, que probablemente nos llegó a todos, es la realidad que no cualquiera podía estar en la zona de desgracia, demandaba, demanda y demandará estar preparado en algunas facetas, que comienzan en lo emocional, sicológico y espiritual del ser humano.
Es verdad, y en algunos casos la miseria humana de ciertos seres salió a la luz, desapareciendo su oscuridad con la luminosidad de los demás, que EL los perdone.
También, surgieron aquellos que se dicen ateos, que en buenas intenciones en algunos casos, manifestaron lo que dicen creer. Ellos son hijos de DIOS también, ya muchos se acercaron antes, algunos lo hacen ahora y los que no, lo harán después.
En lo material, va a requerirse algunos años, pues todas las personas damnificadas necesitan un inmenso apoyo sostenido en el tiempo, pero sobre todo en lo espiritual y sicológico que es lo más duro y dificil.
Quienes podamos hacer algo, !hagámoslo!, actuando con nuestros dones y virtudes, en silencio, en base a valores como lo son la honradez, la sencillez, la humildad y la caridad humana, con una profunda y buena convicción de corazón, para que estas acciones se aunen en esfuerzos por quienes lo necesitan, buscando lo necesario y con las personas y organizaciones adecuadas, y sobre manera para que aquellas almas, sean acogidas en medio de tanto dolor y reciban lo que merecen como seres humanos, e hijos de DIOS.